domingo, 16 de octubre de 2011

Las suaves colinas de Kampala (III) Amanece

Seguridad. Foto original de Vicente Baos 
De vuelta a la habitación que tenía realquilada a otros amigos, Twebaze reconsideró las palabras que Mbazazi había dicho sobre el trabajo que le había encargado y él había aceptado. 
- Nosotros tenemos un club de boxeo un poco especial, queremos empezar desde abajo el entrenamiento de los futuros boxeadores - le indicó. Si entrenas bien a un chaval pequeño, cuando sea mayor puede ser un gran campeón, no nos vale que vengan chicos de 15 o 20 años que están muy machacados por la vida en la calle y quieran ganar dinero con el boxeo. A esa edad, el pegamento y el waragi les ha destrozado el cuerpo y no aguantan nada. Queremos empezar desde antes - dijo apremiante Mbazazi. 
Desde su gran altura, sus palabras eran dichas mirando fijamente a los ojos de Twebaze, lo que le hacía sentirse claramente intimidado. 
- Y yo ¿qué tengo que hacer? -preguntó.
- Conseguir candidatos para nuestro proyecto, para nuestro club. Es una buena inversión ¿sabes lo que se paga por una buena pelea? ¿sabes lo que se puede sacar de las apuestas? - contestó con seguridad. Es una gran oportunidad de unirte. Ganarás mucho dinero, Twebaze. Tu vida dará un gran cambio, afirmó rotundo. 
No era una gran explicación, pero la idea fundamental había quedado clara para Twebaze. Había muchos chicos de la calle que sobrevivían en  Kampala, sería una buena oportunidad para algunos, y si eran fuertes y aprendían a pelear, podrían ganar bastante dinero. Y él de paso, también. 
- Recorre las calles, observa a los grupos, habla con ellos, identifica al más fuerte, que no sea muy mayor, no más de 6 o 7 años. Dale algún regalo, háblale de esta posibilidad, hazte su amigo, aunque sea poco a poco y cuando veas que está dispuesto, tráele a esta casa - dijo a la vez que le pasaba un papel con una dirección de Nakasero Hill, el barrio más elegante de Kampala. 
- ¡Ah!, se me olvidaba. Si ves alguna chica con posibilidades, también nos vale - le dijo, mientras Twebaze se bajaba del coche, a la entrada de la calle sin asfalto y sin iluminación que llevaba a su casa.
La luz empezaba a aparecer en el horizonte. A las 6.30 horas, como cada día del año, con ecuatorial puntualidad, el Sol apuntaba su claridad indirecta por el este de la ciudad. En pocos minutos, si ninguna nube lo impedía, la luz inundaría la oscura noche de Kampala. Simultáneamente al amanecer, miles de personas comenzaban a salir de sus casas para dirigirse, en un multitudinario peregrinaje, de un extremo a otro de la ciudad. Los taxis irían llenándose de sus 15 ocupantes. Los boda-bodas recogerían a uno, dos o hasta tres personas que, junto al conductor, les llevarían sorteando el tráfico hasta su destino. La ciudad se encendía con el rojizo resplandor que, rápidamente, tornaría al intenso brillo de un Sol blanquecino y de deslumbrante claridad. Era un día despejado en Kampala. 
...(continuará)

  

2 comentarios:

  1. Voy siguiendo tu blog a diario, aunque no acostumbro a comentar nada. Pero este relato que nos haces llegar por capítulos me está gustando mucho y lo quería hacer constar!

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