Saber escuchar. Dedicar tiempo a ello. Son dos de los retos que tenemos cada día en la consulta. Las angustias y sufrimientos, los síntomas mal definidos, el paciente quiere decirlo, aunque no sepa cómo. Si dejamos que las palabras fluyan, éstas provocarán un efecto terapéutico. La medicina de finales del siglo XVIII y principios del XIX ya lo sabía.
Charles Darwin cuenta en su Autobiografía varias anécdotas de su padre médico.
Mi padre solía explicarme muchas menudencias que le habían sido útiles en la práctica de la medicina. Por ejemplo, que las señoras lloraban mucho cuando le contaban sus problemas, haciéndole perder así gran parte de su precioso tiempo. No tardó en descubrir que, si les suplicaba que se dominaran y contuvieran, las hacía llorar aún más, así que a partir de entonces las animaba siempre a seguir llorando, diciéndoles que eso las aliviaría más que ninguna otra cosa, con el resultado invariable de que enseguida dejaban de llorar y él podía oír lo que tuviesen que decirle y darles su consejo.
¿Qué diría Darwin-padre de esos usuarios que mientras están en consulta reciben una llamada a su teléfono móvil y contestan y se ponen a charlar con el médico atónito delante?
ResponderEliminarEl otro día mientras daba una explicación de un tratamiento el usuario SE PUSO A LLAMAR ÉL POR SU MÓVIL. Eso es rizar el rizo, pero yo estaba allí y lo he visto.
Le diría: ¡¡Usted no respeta, mi preciado tiempo. Salga inmediatamente!!.....y el sujeto en cuestión le pondría una reclamación.
ResponderEliminarY el gerente le daría la razón al reclamante.
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