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domingo, 23 de enero de 2011

Sonidos del pasado por Vincent Boas: Drown in my own tears (2007)

Y el domingo...dejamos de discutir con el sistema sanitario, con sus gestores, con el buen uso de los medicamentos, con los aprovechados...con el mundo, en general; y rescato del baúl de los recuerdos textos literarios escritos o leídos. Espero que a alguno de los lectores le pueda distraer.



Cuando andaba por la calle con la funda de la guitarra en la mano, me sentía importante. La cazadora de cuero, los zapatos de punta, el pantalón ajustado y la guitarra, componían la perfecta imagen de músico moderno que creía ser. Mi técnica tocando la guitarra era pobre y autodidacta, pero con los siete acordes mayores y menores se podía componer casi cualquier cosa en aquel Madrid de los años 80. Los solos eran otro tema. Sufría y necesitaba practicar horas hasta encontrar las notas adecuadas para puntear cualquier canción. A pesar de ello, al final se podía oír. Pero en el fondo de todo ese esfuerzo estaba lo esencial: tocar la guitarra en un grupo era casi una garantía de éxito en el difícil mercado del amor.
Lo había hecho una vez y funcionó. Crear ambiente, tocando la guitarra para la chica que habías invitado a subir a la habitación donde vivía en una casa compartida con cuatro amigos, era un inicio prometedor. Tocar a pelo cuatro acordes no tenía la menor gracia, un punteo aislado tampoco, las limitaciones técnica tienen estas desventajas. La solución que se me ocurrió podía salir bien. Mi amplificador tenía dos entradas de audio, en una conectaba mi guitarra y en la otra mi "cassette" con una cinta de Jeff Beck, el guitarrista blanco que mejor tocaba el blues. A la chica le decía que la base del blues estaba grabada en la cinta y que yo punteaba la canción. Por mi parte, desconectaba el sonido de la guitarra y, con la práctica que tenía, era capaz de imitar bastabte bien el movimiento de manos de Jeff Beck como si estuviera tocando él mismo. Un blues lento, candencioso, in crescendo como Drown in my own tears. En una época donde ya no se llevaba bailar lento, una canción como ésta era capaz de crear un ambiente sensual perfecto, Para ello, debía imitar los gestos sufrientes del guitarrista que toca la canción que popularizó Ray Charles.
Sin embargo, hoy estaba nervioso. Sandra me gustaba muchísimo y no sabía si debía realizar el montaje, o bien, poner discos y hablar buscando el momento adecuado para darle un fugaz beso en la boca que me abriera el camino a todo lo demás. La cerveza solucionó el dilema y, eufórico y ligeramente pedo, me decidí a realizar la falsa actuación.
- ¿Has oído algo de los que tocamos en el grupo? - le pregunté una vez acomodados en la silla y sillón que componían mi escueto mobiliario.
- No, pon algo- contestó, mientras se quitaba la ajustada y corta cazadora de cuero rojo que me volvía loco.
- Bueno, mejor voy a tocar algo para ti. Con esta canción practico los punteos y no hay nada mejor que un blues ¿Te gusta el bues? - pregunté.
- Por supuesto, es la base de todo - aseveró.
Saqué la guitarra cubierta por un paño de la funda, no era una Fender Stratocaster auténtica sino una imitación taiwanesa, pero casi parecía la original. Conecté los aparatos y comencé. Da vergüenza que lo diga, me salió una actuación redonda. Sandra aplaudió encantada y me dio un beso, puesta de pie, con los brazos alrededor de mi cuello. Me sentía tan feliz. El resto, maravilloso, ahorremos detalles. Estaba muy enamorado de mi bella admiradora.
Salimos a pasear, bebiendo y comiendo, celebrando nuestro amor con patatas bravas y calamares fritos. Seguimos la noche bailando en los garitos de moda hasta muy tarde.
En el portal de su casa nos dimos el último beso del día y, suavemente, muy cerca de mí, casi acariciándome con sus palabras y su boca me dijo:
- La próxima vez, tú tocas el blues en mi cuerpo y deja que Jeff Beck toque mientras tanto la guitarra.

1 comentario:

  1. bonita historia...Que no se entere Jeff Beck, shhh! xD

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