domingo, 30 de octubre de 2011

Las suaves colinas de Kampala (V) Fuerte y valiente

Grupo de niños. Foto original de Vicente Baos 
(...)
- Para, para - dijo Twebaze, viendo la amenaza del ácido como algo muy real. Estoy quieto, no voy a hacerte ningún daño, por favor, no me amenaces con eso. Estaba francamente asustado.
Las viejas baterías de los coches no eran abandonadas en ningún vertedero o recicladas ordenadamente. Cada garaje que cambiaba una batería, la guardaba cuidadosamente hasta que llegara alguna oferta. Por el valor de una cerveza, se podía conseguir de cada batería unos 20 mililitros de un líquido que contenía un 80% de ácido sulfúrico y un 20% de agua destilada. Un pequeño negocio y una gran arma. Quizá lo más difícil era conseguir un recipiente de cristal con un tapón que cerrara adecuadamente.
El niño de la calle bajó la mano, desde una posición en la que podía lanzar inmediatamente la botella hacia Twebaze, hasta otra a la altura de su costado. Probablemente, solo tardaría un segundo más en poder arrrojarla que en la postura anterior.
- Bien, me llamo Twebaze y me gustaría hablar contigo unos minutos – dijo precavido. ¿Puedo?
- ¿Qué quieres?
- Estoy buscando gente como tú. Fuertes y valientes. Y desde luego, tú lo eres. ¿Cómo te llamas? - dijo bajando el tono de voz y dando la impresión de no estar más asustado que el niño.
- Me llamo Ziwa y no me fío de cualquiera que viene a buscarme aquí. Vete a la mierda, ya nos has jodido -dijo, mientras cerraba la botella y corría hacia el montículo donde le esperaba el resto de los niños que componían el grupo.
Twebaze estuvo unos segundos dudando si era más o menos oportuno salir corriendo detrás de él. Decidió que no era oportuno si lo que quería era seguir con su cara intacta y no carcomida por las profundas quemaduras de un ácido. Al menos, ya sabía donde podía encontrar a un grupo de niños. Volvería otro día.
Dieron vueltas por la ciudad buscando otros grupos que pudieran situarse en distinto lugares: la estación de autobuses; en los viejos y abandonados raíles del único tren que funcionó en Uganda; en las cercanías de los mercados para turistas, donde se podía pedir limosna de una manera más efectiva; y por último, aunque para ello tendrían que esperar a la noche, en las estribaciones del Estadio Nacional donde se agrupaba la gente que no tenía ningún lugar a donde ir. Los excluidos de los excluidos de cualquier edad y condición. El lugar menos seguro de todos donde iban a parar los que eran rechazados en cualquier otro lugar. El paraíso del waragi y el pegamento: the black hole.

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