Un niño no se pregunta a sí mismo por el sentido de lo que hace. Un niño entregado por dinero a un grupo que entrena boxeadores no se pregunta para qué quieren aquellas personas a niños boxeadores. Un niño, en esas circunstancias, sigue el día a día de su vida con un temor mal definido, con un miedo impreciso al futuro y al presente que se mezcla con el deseo y la necesidad de tener confianza en los adultos y sentirse protegido. ¿Y que otra opción posible le queda a un niño en esas condiciones? ¿Volver a la calle y a la intemperie?Taban era un entrenador curtido. Ex-campeón de Uganda de los pesos pesados, cayó en desgracia en la época de Idi Amin y sobrevivió a sus purgas como guardaespaldas del embajador turco en Kampala. Ahora que las peleas de boxeo eran cada vez más populares entre los pudientes de Uganda, Tagan trabajaba con el mejor postor. Las peleas “privadas”, donde las apuestas podían ser de muchos millones de ushies*, se celebraban todos los fines de semana. La clientela era muy diversa, estaba compuesta por las diferentes élites ugandesas: empresarios adinerados de origen indio, capataces y gerentes de empresas chinas de la construcción y delimport-export, traficantes de gasolina, terratenientes, altos funcionarios, militares e incluso cantantes de moda.Taban sabía lo que se llevaba entre manos. Una parte de los beneficios globales iban para él. Por eso, su grupo, su equipo sin nombre, los de “Nakasero Hill”, debían estar en buenas condiciones para pelear con los otros grupos que había en Kampala. El negocio necesitaba de la competencia y la renovación, y para ello, debía entrenar a buenos boxeadores que procuraran beneficios en las apuestas. Ningún boxeador permanecía más de dos años en el grupo. El fervor del público rápidamente se cansaba de los mismos actores. Si eran buenos y ganaban siempre, las apuestas perdían emoción e incertidumbre, factores claves para mantener la atención y el interés. Si eran malos y perdían siempre, ocurría lo mismo pero antes. En la variabilidad estaba el riesgo y el beneficio, y por supuesto, en los acuerdos con las otras bandas para repartir a los ganadores y a los perdedores de una manera que nadie se sintiera ofendido. Los que estaban por encima de ellos no querían problemas.- Nabulingi, revuélvete, agacha la cabeza, sube los brazos – gritaba Taban mientras que otro chico de 12 años intentaba golpearla en la cara.- Si, si – resoplaba sudorosa, tensa, ágil, con el pelo cortado al uno, como la mayoría de los chicos y chicas de su edad. Sus largas piernas bailaban una danza asíncrona, sus pies descalzos, planos, anchos y fuertes se deslizaban sobre el suelo del ring con seguridad, fijando su cuerpo delgado y fibroso a la posición de ataque y defensa que Taban le estaba enseñando. “Estira y golpea, recoge el brazo para la defensa, adelanta la pierna contraria al brazo que ha dado el golpe”,- insistía una y otra vez.El resto de los chicos miraba. Ninguno tenía la resolución y la entrega de Nabulungi. Taban era cada vez más grosero y violento con ellos. A Wemusa le había dado un suave manotazo cuando le desobedeció por no correr suficientemente rápido. El chaval mostraba una mejilla hinchada de un color morado-amarillento opaco. No había protestado ni llorado. Haber recibido golpes desde pequeño crea costra física y emocional. Sin embargo, sus compañeros de menor edad estaban sufriendo la dosis de odio y rencor acumulado por este hecho y por todos los de su vida previa. Era mejor alejarse de Wemusa, Nabulungi intuía que aquello no iba a acabar bien.
* Nota: 1 euro son 3.418 ugandan shillings (USH) 2/11/2011
Una historia preciosa, làstima que sea la realidad de muchos ninos. Una autèntica pena!
ResponderEliminarUna historia conmovedora ,que me hace solo reflexionar en la cruda realidad por la que pasan muchos ninos en el mundo,ninos que son sometidos a vejamenes y explotacion solo para recabar dinero.Cessione del quinto
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