No abundan las películas que reflejen el trabajo de los médicos de familia, de los generalistas, en el cine mundial. El cine estadounidense especialmente, gusta de los brillantes especialistas hospitalarios, de las urgencias al límite (la consulta del médico de familia está siempre igual de llena pero no están muriéndose todos a la vez), de las grandes gestas quirúrgicas, etc. Para salir de ese entorno, el cine francés nos saca del pensamiento único cinematográfico ofreciéndonos otro tipo de películas.
El director de la película, Thomas Lilti, es un médico generalista francés que ha dirigido, con ésta película, tres largometrajes. En su anterior film, Hipócrates relata las experiencias hospitalarias de un joven residente. En un Doctor en la Campiña se acerca al mundo rural y a la práctica de los médicos generalistas en una Francia cada vez más llena de "desiertos sanitarios", aquellos sitios donde progresivamente menos médicos quieren asentarse y trabajar.
Es tal el éxito en Francia de las comedias costumbristas que cabe la tentación de pensar que, la figura del médico rural se aborda el tema desde una perspectiva optimista y entretenida, sin embargo, no es así. La película está impregnada de una enorme tristeza. Sin desvelar la trama, la enfermedad del médico del pueblo conlleva la llegada de otra médico más inexperta para ayudarle en su consulta. El planteamiento de la situaciones de los pacientes, los diálogos llenos de empatía y paciencia, la continua actividad laboral y sin horarios definidos, impregna la película de un desasosiego que quiere ser amable y rendir homenaje a sus protagonistas. Sin embargo, quizás porque conozco bien de lo que trata la película, me produce melancolía.
En el largometraje se plantean situaciones comunes y realistas que pueden ser interesantes para la reflexión de las personas que lo visualicen sin relación con la sanidad. El anciano que quiere morir en casa, la relación con los pacientes impertinentes o maleducados, la relación empática con los pacientes que sufren ansiedad y obesidad, las relaciones de pareja, el valor de la visita domiciliaria y otras muchas situaciones recogidas en la película. Todo ello con unos protagonistas cuya vida parece devastada, con unos pocos datos ofrecidos que relatan un ambiente de soledad.
Al salir del cine, mi ánimo era más triste que complacido por un homenaje a la labor que podemos realizar los médicos de familia. Pero ¡que cada uno saque sus conclusiones!
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