La intervención de JR Laporte en el Congreso de Diputados ante una escasísima presencia de diputados (solo PSOE, Más Madrid y Podemos parecían interesados) ha tenido un gran impacto en el entorno sanitario de Twitter (la principal ágora de debate y enfrentamientos que existe para casi todo en este momento). Para bien y para mal es el foro de información para muchas personas -y desde luego para los periodistas- que amplifican las noticias o crean opinión.
Es curioso observar como personajes repulsivos como Jiménez Losantos insulta gravemente a JR Laporte y que grupos negacionistas y antivacunas utilizan partes de su discurso para apuntarse un tanto y confirmar su conspiranoia. El principal indicador es que Iker Jimenez quiera invitarle a su programa.
La intervención de Laporte en el Congreso de los Diputados tiene dos aspectos en mi opinión. Aquellos dedicados a analizar las vacunas (habla exclusivamente de las de mRNA) y cuando hace consideraciones generales sobre la industria farmacéutica, las agencias reguladoras y otros aspectos sociales.
Lamentablemente discrepo de muchas de sus afirmaciones sobre las vacunas. Tildar de experimento (palabra usada y repetida por los grupos negacionistas de forma machacona y repetida) solo lleva a la confusión. Usar la definición del DRAE para decir lo que es o no es sencillamente ridículo. Son vacunas de una nueva tecnología aceleradas por una situación grave de pandemia que realizaron ensayos clínicos masivos y se llevan utilizando suficiente tiempo y en número de personas como para conocer con bastante detalle lo bueno y lo malo. Centrarse en los ensayos clínicos y sus defectos es anacrónico. No innecesario. Yo fui el primero en recordar que eficacia igual a % de reducción del riesgo relativo es una manipulación de la información y que la eficacia real se vería en el uso real, como así ha sido. El análisis crítico de los ensayos es necesario pero, en este caso, no ha invalidado su utilización. Claramente el beneficio riesgo es indudablemente positivo para las vacunas. Quedarse un año antes en el análisis y no negar, pero sí minimizar como hace varias veces el efecto en el mundo real es negativo. Por ello, los negacionistas acogen a Laporte como un médico que "dice la verdad".
Hay otros puntos claramente equivocados que confunden al auditorio. Lo de los futbolistas y espectadores que caen fulminados. Que en niños y adolescentes puede que haya más muertos por las vacunas que por la enfermedad no se sostienen ni en la teoría ni en la práctica de millones de adolescentes y niños vacunados.
La crítica a la falta de transparencia de los contratos, las agencias, los mensajes simplistas de las autoridades, la manipulación posible de casos aislados no invalida la realidad. Tras el paso brutal de omicron por nuestras vidas, sin las vacunas, la mortalidad hubiera sido no superior, sino catastróficamente superior.
En ciertos puntos de su discurso, no es que genere controversia y diversidad de opinión, es que se equivoca gravemente. En otros pone el dedo en la llaga de manera acertada en su línea crítica con el mercantilismo de las terapias farmacológicas y en las simplezas gubernamentales.
Se habla varias veces de "salvar vidas" en el discurso y en las respuestas a la intervenciones sosas y poco documentadas de las diputadas presentes. Me recuerda tanto al debate gervasiano de que la medicina no salva vidas porque todos moriremos que mejor dejarlo ahí.
Seguiré pensando después de esto que Laporte es la figura más destacada de la historia de la farmacovigilancia de España, un gran farmacólogo del que recordaré que parte de mi especial interés por el mundo de la utilización de los fármacos proviene de los estudios de Laporte asociando el metamizol (Nolotil) y agranulocitosis y la asociación de los AINEs y la gastropatía, de su batalla contra la manipulación de MSD del rofecoxib que nos abrió la luz a muchos.
Pero todo eso no justifica que ahora, en 2022, su intervención en el Congreso no ha sido afortunada.