Mario Benedetti, uruguayo fallecido a los 88 años en mayo de 2009, vivió en España largas temporadas a raíz de su exilio por la dictadura militar uruguaya. Toda su vida convivió con el asma, nadie mejor que él puede hacer una descripción entre realista e irónica del sufrimiento que esta enfermedad crónica produce. Maestro de la poesía, la novela y, especialmente, del relato corto, nos relata en El Fin de la Disnea sus sensaciones asmáticas y su experiencia médica con el asma.
Yo mismo soy, pese a mis treinta y nueve años, aún no cumplidos, un veterano de la disnea. Dificultad de respirar, dice el diccionario. Pero el diccionario no puede explicar los matices. La primera vez que uno experimenta esa dificultad, cree por supuesto que llegó la hora final. Después uno se acostumbra, sabe que tras esa falsa agonía sobrevendrá la bocanada salvadora, y entonces deja de ponerse nervioso, de arañar empavorecidamente las sábanas, de abrir los ojos con desesperación. Pero la primera vez basta advertir, con el correspondiente pánico, que el ritmo de espiraciones e inspiraciones se va haciendo cada vez más dificultoso y entrecortado, para de inmediato calcular que llegará un instante en que los bronquios clausuren su última rendija y sobrevenga la mortal, definitiva asfixia. No es agradable. Tampoco es cómodo para los familiares o amigos que presencian el ahogo; su desconcierto o su impotencia se traducen a veces en auxilios contraproducentes. Lo mejor que se puede (o se podía) hacer, frente a un asmático en pleno ataque, es dejarlo solo. Cada uno sabe dónde le aprieta el pecho. Sabe también a qué debe recurrir para aliviarse: la pastilla, el inhalador, la inyección, la cortisona, el cigarrillo con olor a pasto podrido, a veces un simple echar los hombros hacia atrás, o apoyarse sobre el lado derecho. Depende de los casos.
La verdad es que el asma es la única enfermedad que requiere un estilo, y hasta podría decirse una vocación. Un hipertenso debe privarse de los mismos líquidos que otro hipertenso; un hepático debe seguir el mismo tedioso régimen que otro hepático; un diabético ha de adoptar la misma insulina que otro diabético. O sea (si queremos elevar el caló alopático a un nivel de metáfora): todos los islotes de Langerhans pertenecen al mismo archipiélago. Por el contrario, un asmático no perderá jamás su individualidad, porque la disnea (lo decía mi pobre médico de mutualista, para disimular decorosamente su ignorancia profesional sobre el escabroso tópico) no es una enfermedad sino un síntoma. Y aunque para llegar a la disnea haya que pasar previamente por la aduana del estornudo, lo cierto es que hay quien empieza el jadeo a partir de un sándwich de mariscos, pero hay otros que llegan a él mediante el polvillo que levanta un plumero, o al mancharse los dedos con papel carbónico, o al registrar en las fosas nasales la vecindad de un perfume, o al exponerse excesivamente a los rayos del sol, o tal vez al humo del cigarrillo. Para el asma, todo eso que Kant llamaba Ding an sich puede ser factor determinante. De ahí el sesgo casi creador de la disnea.
Foto: Mesa de trabajo de Mario Benedetti con inhalador
Genial!!!
ResponderEliminarSiempre escoges para el fin de semana, relatos, novelas... que me gustan mucho, últimamente de mis dos escritores favoritos.
Que tengas un buen día.
Un beso
Siempre he pensado que la medicina y la escritura están intrinsecamente relacionados, no solo se pueden "recetar" links, a lo mejor incluso se pueden "recetar" libros enteros o, incluso entradas de blogs .... serian de mucha utilidad.
ResponderEliminarMuchas gracias a las dos.
ResponderEliminarSaludos
Maravilloso, como siempre Vicente.
ResponderEliminarSiempre me impresionó mucho el relato de Benedetti.
Hace ya tiempo, como consecuencia de un "post" de José Garzón me permití añadir de mi cosecha...
Ahi va...
http://pharmacoserias.blogspot.com/2008/04/benedetti-el-fin-de-la-disnea-miguel.html
Cordiales saludos
Muy bueno, Vicente. Si murió a los 88 años, este texto estará escrito hacia 1960, con lo que no me extraña que sufriera las crisis de asma que describe tan bien. Los cortis inhalados se empezaron a utilizar en 1950, pero hasta 1970 no fueron considerados de 2ª línea en el tratamiento del asma, por lo que imagino que el pobre Benedetti tardaría muchos años en utilizarlos.
ResponderEliminarPor cierto, el inhalador parece ser Combivent, ya retirado (salbutamol+ipratropio).
Un abrazo.
Eduardo
Estoy tan conmovida con estas lineas, es maravilloso saber que este tipo de cosas te sensibilizan tanto el espíritu, tal vez sea porque mi amada sufre de asma, es decir sufría, tuve tanto miedo la primera vez que lo padeció delante mio, porque no es común este tipo de enfermedades en la serranía, a propósito, no saben cuan bien sienta el clima seco de la sierra... no ha tenido ningún episodio en mas de 02 años...es un alivio!!!
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