viernes, 6 de abril de 2012

Una mañana en las urgencias del Hospital de Rivas

En Urgencias del Hospital de Rivas
Foto original de Vicente Baos con permiso de responsables y pacientes
"Los gritos de dolor del anciano al movilizarle y tumbarle en la camilla anunciaban la probable fractura ósea que presentaba. La posición de la pierna y su explicación de que se había caído de la bicicleta porque se le había enredado el cordón de la bota anunciaban la fractura del cuello de fémur que tenía. Una vez acomodado, el dolor se mitigó y nos explicaba con una amable sonrisa y una cálida voz nicaragüense lo que le había ocurrido".
Durante una mañana me integré con los "médicos integrales" del Hospital Gaspar García Laviana de Rivas, centro de referencia de unas 200.000 personas, en la atención de Urgencias. Los médicos integrales abordan todos los problemas de los pacientes que acuden, para luego derivar a otros servicios del Hospital, una vez diagnosticados. Una de las diferencias más notables es la gran actividad ginecológica que realizan.
El triaje inicial lo realiza una enfermera que abre la hoja de urgencias y posteriormente, un médico realiza la primera aproximación. En ese primer encuentro se solucionan problemas que el médico considera que no deben atenderse en las urgencias del Hospital. Con gran amabilidad, explica a los pacientes que una molestia de meses que no se ha agravado o la solicitud de atención especializada la debe realizar su médico habitual y no en Urgencias. Este tipo de situaciones es habitual en todo el mundo y allí se solucionaba con amabilidad pero con firmeza. En otras patologías menores, se ponía tratamiento y se finalizaba rápidamente la consulta. Si el problema era de mayor entidad, pasaba hacia dentro donde el mismo médico clasificador u otro compañero se hacía cargo. Las posibilidades de radiología simple y ecografías eran rápidas. La posibilidad de análisis era adecuada pero limitada. Llamaba la atención la cantidad enorme de papeles que había que rellenar para cualquier cosa. Cada petición era un papel diferente y se perdía una gran cantidad de tiempo. Por supuesto, no había ningún ordenador en la zona y todas las historias eran en papel.
La falta de espacio era un problema sentido por todos. El hacinamiento de pacientes y trabajadores era notable, aunque todos parecían aceptarlo sin reparos. 
La medicación de urgencias era la básica y aceptable. Por ejemplo, la colecistitis que diagnostiqué fue tratada con ampicilina y gentamicina. La disponibilidad de sueroterapia también era suficiente. El ritmo de trabajo era muy intenso pero todo el mundo lo realizaba afablemente y con ese dulce tono centroamericano que me cautivaba. 
La población era atendida sin coste alguno y, a diferencia de Honduras, no tenían que ir a farmacias a comprar material para ser asistidos.
Los hospitales en los países tropicales son muy abiertos con pasillos y patios interiores para mitigar al calor. Por supuesto, las habitaciones no tienen aire acondicionado. Las familias viven en las cercanías de las habitaciones, incluso durmiendo en la misma cama del enfermo, aquellos que se han desplazado de lejos y no tienen dinero para ir a un hostal. En una habitación, ví asomar la cabeza de un niño de unos 10 años junto a su familia, sentada en el quicio de la puerta. Habían corrido la cama para que el niño viera el pasillo y se distrajera. Inmovilizado por una fractura de fémur tras ser atropellado, la madre, el padre y una hermana estaban sentados viendo el panorama, en este caso, los médicos españoles que pululábamos por el hospital. Inicié una conversación con ellos con el tema favorito por aquellas tierras: 
   - ¿A ti quién te gusta más el Barcelona o el Madrid? - pregunté al niño. El Barcelona ganaba por goleada. Mientras mis compañeras ginecólogas rescataron un viejo ecógrafo que nadie usaba e hicieron multitud de ecografías a las embarazadas que allí se encontraban, los pediatras valoraban las urgencias de los niños y de la UCI pediátrica.
Fue una mañana muy instructiva para conocer el sistema hospitalario nicaragüense y tomar contacto con los profesionales y con la población: sufridos, resignados y agradecidos. Establecer un sistema de cooperación futura en términos educativos y asistenciales es una tarea que nos hemos traído pendiente. 
Todos tienen derecho a comer en el Hospital de Rivas
Foto original de Vicente Baos

7 comentarios:

  1. Estimado Vicente: se ha debido colar un pequeño gazapo en el texto, el Hospital es el Gaspar Garcia LAVIANA, cura asturiano. Saludos y enhorabuena por tu Blog y actividad

    ResponderEliminar
  2. En estos tiempos de problemas y de quejas constantes, es bueno comparar.

    ResponderEliminar
  3. Corregido el apellido. Ha sido un gazapo mecanográfico. Gracias.
    Laura, tienes razón en comparar para valorar lo que tenemos pero no para criticar sus carencias. Hacen lo que pueden. Saludos

    ResponderEliminar
  4. Tenemos mucho que aprender desde aquí también.

    ResponderEliminar
  5. Vicente, a la vez que leo y se me pone la " piel de gallina", pienso que a este paso y con los recortes , si no te estás preparando para lo que nos va a tocar hacer en este país nuestro de políticos torticeros que recortan sin ningún miramiento y destrozan todo lo que tocan.
    Bien les vendría a ellos mirar otros países pero desde abajo y ponerse en su lugar.
    La pena es que son incapaces de ponerse en el lugar de los más desfavorecidos y sólo miran a USA.

    ResponderEliminar
  6. Qué fácil es empeorar y qué difícil es mejorar

    ResponderEliminar
  7. Es bueno conocer otras realidades. Ojalá a ustedes , esto de los recortes les dure poco y se vea una mejoría.

    ResponderEliminar