domingo, 4 de marzo de 2012

Las suaves colinas de Kampala (XXI) ¿Hasta cuando seré una buena boxeadora?

Conductor de boda-boda.
Foto original de Vicente Baos
El ambiente había cambiado en la casa. El miedo se había instalado en los ánimos de Twebaze y Nabulungi. El primero se había convertido en un sirviente a tiempo completo para todo tipo de tareas. Ya no salía de la casa. Debía estar disponible para los deseos de Tagan las 24 horas del día. Su mirada era suficiente razón para no contradecir ninguna de sus órdenes. Nabulungi iba a los entrenamientos sin la seguridad y el entusiasmo que antes desplegaba. Procuraba golpear más duro, pero algo en su interior se había roto. El convencimiento de que se podía superar y ser la mejor había desaparecido. Había bastado con recibir los fuertes golpes del boxeo real para sacar a relucir la fragilidad de su cuerpo, para desarmar la ilusión basada en un deseo infantil. Se daba cuenta de que Tagan estaba percibiendo su menor entusiasmo, provocando que el temor que ahora sentía por él se incrementara. Era el miedo al padre-padrone, al que cuida y castiga, al que premia y puede llegar a matar si es su deseo. El dueño total de la vida de una niña sola en un fondo de reptiles. Nabulungi ya no veía la casa como un lugar de protección y esperanza. Solo veía la prisión que era en realidad, con las chicas prostituidas, los jóvenes boxeadores como perros de presa en una jaula y a unos adultos crueles y asesinos. En esos momentos, se acordaba del móvil de Wemusa en manos de Tagan el día en el que no se volvió a verle nunca más.
- Nabulungi, estás distraída. ¡Mira a los ojos y a las manos del contrario y golpea! ¡Vamos! - gritó Tagan.
- Si, adelante y atrás - contestó.
- Nos quedan 2 semanas para mejorar. Ya sabes lo que te juegas. Quiero que tengas las piernas y los brazos tensos, que te duelan cuando acabe el día - le dijo de forma distraída mientras se dirigía a la otra esquina del gimnasio donde estaban entrenando los otros chicos.
Akello era un chico nuevo. Tenía 14 años pero estaba muy desarrollado. Era muy fuerte y peleaba con destreza y crueldad. Cuando comenzaba a pegar, no paraba y ya le habían tenido que separar en un par de ocasiones. Era el niño mimado de Tagan. Repetidamente decía que le recordaba a él cuando era pequeño. Hasta ahora, Nabulungi no había cruzado los guantes con Akello, pero se daba cuenta de que Tagan estaba pensado ponerles a prueba juntos: fuerza contra agilidad. Sería un buen entrenamiento para ambos.
Un tarde, tras finalizar la actividad, Mama-Ji llamó a Nabulungi.
- ¿Qué tal estás? ¿Te recuperaste bien?
- Sí, gracias.
- No quiero que tengas una idea equivocada de lo que hacemos nosotras y las chicas. A veces Tagan es cruel cuando está enfadado. Nuestras chicas no se van con cualquiera del black hole. Nosotras, sobre todo, vamos con gente rica y turistas. Gente que te trata bien y no te hace daño. A veces, hacen buenos regalos y vuelven con la misma chica. Siempre es mejor con gente que ya conoces. Para que no estés asustada, te voy a regalar un bonito vestido. Siempre vas vestida de deportista y tú eres una chica guapa con unas bonitas piernas.
- Gracias. No sé cuando me lo podré poner - contestó inocentemente.
- Guardalo, ya habrá ocasión.
Con un beso en la frente y una caricia, Mama-Ji se despidió de Nabulungi.
En dos semanas, en una nueva jornada de peleas, su destino quedaría marcado. Inevitablemente, un pensamiento volvía de forma recurrente a la mente de Nabulungi. Aunque la siguiente pelea me salga bien ¿qué pasará con la siguiente, y la siguiente...? ¿Hasta cuando seré una buena boxeadora?

3 comentarios:

  1. Sigo tu blog desde hace tiempo y siempre me gustan tus interesantes post, pero las fotografías de esta serie de suaves colinas de Kampala me encantan... Felicidades

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti y enhorabuena también por tus fotos.
    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Es duro cuando los jóvenes no tienen sueños, y peor aún...cuando los tienen, pero saben que no podrán cumplirse.

    ResponderEliminar