La búsqueda del placer es una constante del ser humano. Una vez alcanzadas las necesidades nutricionales básicas, alcanzar la satisfacción a través de la comida elaborada y la bebida son metas de casi todos los seres humanos. Nuestra sociedad vive inmersa en el uso de las bebidas alcohólicas de forma generalizada.
Crecí en una casa donde no era costumbre comer con vino y gaseosa. El fallecimiento precoz de mi padre impidió que visualizara un modelo masculino muy común en los años 60 donde el uso del alcohol era omnipresente. Estaba mal visto que las mujeres bebieran.
Sin embargo, los veranos que compartíamos con otros miembros de mi familia me acercó a la normalización del alcohol. Si se celebraba un cumpleaños de otro niño del pueblo era muy común la limonada, una sangría con trozos de fruta y azúcar que estaba excelente con sus hielos. Recuerdo el inmenso mareo que sufría al poco de beber un par de vasos. Recuerdo con 10, 11 años la parada para el aperitivo antes de comer donde se me ofrecía un quinto de cerveza junto a unas banderillas picantes (de éstas no he podido quitarme nunca). Me costaba no dormirme antes de la comida. La adolescencia abría la veda al consumo del alcohol en grupo. Antes y ahora, los adolescentes salen a beber, desde la cerveza al botellón más asesino, y solo mediante un esfuerzo de voluntad individual se limitaba su ingesta para no caer en la vomitona más repugnante.
Cuando empecé a trabajar de residente, por influencia de una residente mayor y con "mucho mundo" empezamos a degustar los vinos de calidad. Nunca me ha atraído el sabor del vino, pero era muy elegante y distinguido conocer y degustar vinos de calidad: una buena cena, buena compañía, un vino especial. Salir a cenar en grupos de amigos era una posibilidad real ganando un sueldo y elegir un buen vino para ir aprendiendo. Las bebidas alcohólicas de alta graduación nunca me han gustado, ni antes ni ahora y la moda gintonic me es ajena. En la actualidad bebo alguna cerveza y en pocas ocasiones algo de vino. Estoy en el grupo de bajo consumo.
A mi alrededor, y en el conjunto de la sociedad, el alcohol, a pesar de sus riesgos sanitarios y sociales, está onmipresente. Vendido como cultura, como placer gastronómico, como relajante para las tensiones de la vida diaria, como "lo normal".Y hasta hace poco, como "saludable" Un poco del alcohol (vino, cerveza) produce efectos saludables, vendían y sigue vendiendo los publicitarios de las empresas vinícolas y cerveceras. La manipulación publicitaria de los tóxicos nunca cesa.
La sociedad occidental está alcoholizada, no porque la mayoría de sus miembros tengan un comportamiento conflictivo, sino porque la adicción y dependencia generada mediante los mecanismos productores de placer individual y social es enorme. Anoche, paseando entre numerosas terrazas de restaurantes en un pueblo de la costa levantina, tanto nacionales como extranjeros tenían bebidas alcohólicas en sus mesas.
Buscar su desaparición en base a sus riesgos es irreal pero transmitir a la sociedad y a sus individuos la necesidad de que reflexionen sobre su ingesta si está al alcance de unos objetivos sanitarios realistas.
El
trabajo recién publicado de The Lancet establece que no hay consumo seguro en ninguna dosis, que debemos ser conscientes y transmitir esa realidad para que cada uno piense sobre su relación con el alcohol.
NOTA: Personas como
Miguel Marcos, médico internista salmantino y
Julio Basulto, nutricionista que tanto nos enseña tantas cosas realizan una labor de divulgación impresionante y científica sobre el alcohol.