"Vivir con frío es un riesgo para la salud".
Así comienza el informe titulado:
The Health Impacts of Cold Homes and Fuel Poverty, editado por el
Marmot Review Team y la
ONG Friends of the Earth. En el Reino Unido (UK) se estima que el 18% de la viviendas viven con un entorno casero frío por las dificultades económicas para financiar la calefacción de su casa.
La OMS recomienda que la temperatura de una casa se mantenga a 21º en las zonas comunes y a 18º en las habitaciones durante al menos 9 horas al día. En España, la climatología es muy diversa, pero en pleno invierno, apenas las Islas Canarias o ciertas zonas del sur de España pueden permitirse el lujo de no disponer de ninguna calefacción. En un informe fechado en 2006 (Prisciliano del Cordero,
Situación Social de las Personas Mayores en España -Universidad del León- ) estimaba que el 62,9% de las personas mayores no disponían de calefacción en su domicilio. Otra estadística más reciente, reduce al
46% las personas mayores que no tienen calefacción. Además, un correcto aislamiento de las viviendas redundaría, de forma clara, en la reducción del coste para la climatización.
El impacto directo sobre la salud de vivir en un entorno frío se ha establecido en diferentes trabajos mediante el exceso de mortalidad invernal de casi un 40% superior al veraniego en UK. Independientemente del aumento general de las infecciones respiratorias, las causas atribuibles al entorno frío, como determinante de un aumento de la incidencia de infecciones respiratorias y eventos cardiovasculares, han sido bien establecidas. Se estima que del exceso de muertes invernales, podemos atribuir un 40% a las causas cardiovasculares y un tercio a las infecciones respiratorias; caídas y otros episodios completarían la estadística. Se estima que los residentes del 25% de casas frías tienen un 20% más de riesgo de sufrir el exceso de mortalidad invernal que los habitantes de casas más templadas. Las personas mayores termorregulan peor su organismo. Por cada reducción de 1º de la temperatura ambiente, se asocia con un aumento 1,3 mm Hg de la presión arterial, debido a las extremidades frías y a la disminución de la temperatura corporal central. Curiosamente, los países más fríos del norte de Europa tienen un menor exceso de mortalidad invernal. Probablemente, el estándar de construcción y su nivel de calidad de vida y servicios sociales provoquen esta paradoja.
Los niños, los enfermos crónicos y los adultos, en general, también sufren los efectos del ambiente domiciliario frío, a través del incremento de las infecciones respiratorias, asma, la patología cardiovascular, el dolor articular y otros.
El precio de la energía se está incrementando en los países desarrollados. En España, los derivados del petróleo, el gas y la energía eléctrica están subiendo a una velocidad, casi directamente proporcional al empobrecimiento de la población más vulnerable, por la tasa de paro y el estancamiento y la reducción de las pensiones de las clases pasivas. Estos hechos tienen efectos sobre la salud y la desigualdad social. En las políticas de salud, estos temas pasan desapercibidos o son considerados "de otro departamento".
La puerta trasera de la salud tiene muchas caras.