Valentina le dijo a Valentín:
- ¿Qué me has traído de regalo?
- Mi amor de cada día, contestó Valentín.
- Sí, sí, me parece muy bien, pero algo más concreto...
- Lo que tú quieras, mi amor. ¿La Luna, el mar, las estrellas, una orquídea o un rubí?
Valentín le decía todo esto con la mejor de sus amorosas sonrisas.
En la calle, los hombres se afanaban buscando perfumes y flores. Ellas buscaban corbatas y plumas estilográficas. Los periódicos gratuitos ofrecían ideas para los desmemoriados.
Hoy es un buen día para ver una película, en este caso no española, aunque he visto todas las agraciadas en los últimos Premios Goya, salvo Pan negro. Se trata de Amor y otras drogas. Un encantador delegado de ventas de Pfizer que usa todas las tácticas de seducción para ligar y aumentar sus ventas conoce a chica enferma de Parkinson. A los que no la hayáis visto, no tengáis miedo, no es un dramón, es una de las películas más frescas que he visto en mucho tiempo. Se ríe de la industria farmacéutica con nombres y apellidos, denuncia la corrupción de alguno de los médicos, muestra la salvaje competencia entre los distintos visitadores para aumentar sus beneficios. Todo ello, con Pfizer a la cabeza y sus medicamentos. La única duda que tengo es saber cuál ha sido la participación de Pfizer. ¿Pueden impunemente usar sus logos y productos en una película de Hollywood sin su autorización? No lo creo, por lo que Pfizer probablemente habrá dicho: que hablen de mí, aunque sea mal.
Sin embargo, ése es el entorno. La esencia está en la historia de amor. Dos actores que están geniales: Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway son los protagonistas. El amor y el compromiso son las bases de cualquier relación, sin embargo, conocer el futuro de la enfermedad y sus limitaciones puede trastocarlo todo. Superarlo será el acto supremo del amor.
Toda la película se mueve en el terreno de la comedia, sí, romántica, pero divertida y con escenas memorables como la convención de delegados bailando la Macarena para presentar Viagra.