En este mes de Octubre, la revista AMF publica un editorial publicado conjuntamente entre Cristina Yuki Sepúlveda (estudiante de Medicina de 4º año en el curso pasado) y yo sobre las posibilidades de una rotación más amplia y una relación más estrecha entre los estudiantes de medicina y la medicina de familia.
Me siento muy orgulloso de este texto escrito al alimón
Espero que os interese:
Entre una estudiante de cuarto de Medicina actual y un médico
de familia, curtido con 30 años de ejercicio desde que empezó el MIR, median
muchos años y muchos cambios sociales y culturales. Sin embargo, con Bolonia o sin
Bolonia, la enseñanza de la medicina en la universidad sigue bajo los mismos
patrones desde hace muchas décadas.
Uno de los cambios más relevantes que han ocurrido en la organización
sanitaria de la sociedad española es la presencia e importancia de la Atención
Primaria (AP) en la oferta de servicios públicos de salud. A pesar de ello, a pesar
de que casi un 40% (debería ser un 50%) de los recién licenciados acabarán
ejerciendo la medicina de familia o la pediatría de AP, las anquilosadas y
llenas de intereses estructuras universitarias públicas y privadas han ignorado
la realidad. Con claras diferencias entre las distintas universidades, la
oferta formativa en clases teóricas y formación práctica atribuida a la AP es
casi anecdótica.
La AP tiene mucho que ofrecer a un estudiante de medicina, todavía
polivalente, todavía con afán de conocer todas las materias y enfermedades que
afectan al ser humano de forma global. Un estudiante de medicina debe saber
interpretar los signos imprecisos e indefinidos que son comunes a muchas
enfermedades. Debe saber manejar la interacción con el paciente, independientemente del
problema que éste aqueje. Debe saber oír, ver, escuchar y preguntar al paciente
que explica con dificultad sus propios problemas o que los gestiona con gran
ansiedad.
Y también debe conocer las patologías que son más
prevalentes en el ser humano: infecciosas, traumáticas, funcionales y que están
llenas de matices y son atendidas en la AP.
Cada médico, independientemente de su especialización posterior,
debería ser un buen clínico de la globalidad. Luego puede dedicarse a ello,
siendo médico de familia, o especializarse en una parte anatómica o grupo de
enfermedades, pero como estudiante debería finalizar sus estudios habiéndose
impregnado del concepto de paciente integral que desarrollamos en la AP. Sin
embargo, la realidad es otra y el estudiante deambula por el hospital de servicio en servicio participando muy poco
de la actividad, siendo más un
espectador que un protagonista. En AP no sería así. Compartir una consulta llena de patologías y de matices interpretativos y
diagnósticos diferenciales podría ser mucho más enriquecedor para la formación holística que precisa el médico, sin más apellidos que el ser médico.
Los tiempos actuales están cambiando muchos paradigmas. Las
posibilidades actuales de la tecnología para un estudiante de medicina son
enormes. El acceso a la información rápida y de calidad va a permitir que los futuros médicos no
necesiten acumular mucha información memorística, sino saber gestionar la
información disponible y trasladarla a la toma de decisiones y a la interacción
con el paciente. Habilidades y conocimientos serán la garantía del éxito
profesional. Las habilidades no se adquieren con aplicaciones en teléfonos
móviles, se adquieren por la interacción en la vida real con las personas que
saben transmitirlas. Las habilidades se llenan de emociones compartidas, de
retos intelectuales, de actitudes resolutivas ante las dificultades que surgen
en el ejercicio profesional. Estas cualidades son comunes a los médicos que
desarrollan su trabajo con interés y profesionalidad y no están solo en los
hospitales. En los centros de salud están disponibles varias generaciones de
médicos de familia bien formados que llevan a cabo su labor diaria de dicha
forma. Para los estudiantes de medicina, conocer con detalle ese trabajo y las cualidades que lo definen y particularizan es una
oportunidad que las estructuras universitarias deberían saber reconocer y
adoptar.
Si en un futuro próximo o medio las nuevas generaciones de
médicos recién licenciados se alejan aún más de la práctica de la medicina en
la AP, la crisis de nuestro sistema sanitario se hará aún mayor. Las razones de dicho alejamiento
son más amplias que las académicas: expectativas salariales, reconocimiento
social, etc.; sin embargo, cambiar estas percepciones comienza desde la base universitaria.
Un sistema sanitario basado en un cada vez mayor protagonismo de las
estructuras hospitalarias producirá un incremento de la factura sanitaria y una
fragmentación excesiva de la atención a los pacientes. Ello provocará el
cuestionamiento de la sostenibilidad de la sanidad pública, lo que agravará el
problema.
La universidad española se ha ido acercando a la AP
lentamente y de una forma insuficiente hasta ahora. En 2011, de las 22 facultades,
16 (72,7%) contaban con una asignatura sobre Medicina de Familia, que en la
mayoría de casos se imparte durante el segundo ciclo. Tan solo en las universidades
de Sevilla, Barcelona y Alicante esta asignatura es obligatoria, en la última
facultad desde 2009. En el caso de las asignaturas optativas, la mitad de las
facultades informan que es elegida por un porcentaje de alumnos que oscila entre el 11 y el 25%, una tercera parte que
lo hace un 10% de los alumnos o menos, y el resto que la eligen entre el 26 y
el 50% de los alumnos. En ningún caso la asignatura es elegida por más de la
mitad de los alumnos. De las 22 facultades, 21 (95,5%) cuentan con una rotación
en Medicina de Familia por centros de salud acreditados, que en la mayoría de casos se realiza durante
el sexto curso. La rotación es obligatoria prácticamente en todos los casos.
Estas cifras van mejorando lentamente, algo desesperadamente lento para la
realidad social y práctica del ejercicio de la medicina en nuestro país. La pobre conexión entre los
estudiantes de medicina y la AP está impidiendo una mejora global de la formación clínica
de los futuros médicos. El abordaje por problemas, la toma de decisiones en la
incertidumbre clínica, la entrevista clínica desde la globalidad, la atención
domiciliaria al paciente paliativo o discapacitado, el manejo de la enfermedad crónica
en su ámbito natural no en el paciente agudizado e ingresado en el hospital son
algunas de las numerosas razones que hacen que la presencia de estudiantes de
medicina debería ser más habitual y prolongada de lo que es en la actualidad. Y
esta situación tiene sus culpables en la ineptitud de las autoridades
académicas, políticas y sanitarias que no saben ver la realidad más allá de sus
propios intereses.
Bibliografía
1. Los médicos y las universidades tenemos mucho queaprender de los estudiantes. El Supositorio. [Internet]. 30 de abril de 2014.
2. Martín Zurro A, Jiménez Villa J, Monreal Hijar A, Mundet
Tuduri X, Otero Puime Á. Medicina de Familia y universidad en España:
reflexiones iniciales a partir de un proyecto de investigación estatal. Aten
Primaria. 2011;43:203-8