Niña hondureña Foto original de Vicente Baos |
Muchas ONGs se dedican a esta labor, y en esta ocasión, he podido comprobar cómo funciona Nuestros Pequeños Hermanos en los países de Centro y Sudamérica. En Honduras acogen a cerca de 600 niños de todas las edades en una gran extensión a unos 60 Km de Tegucigalpa. Divididos en casas por edades y sexos, bajo la tutela de un "tío " o tía" adulto, en grupos de 15 a 25 personas, conviven y comparten su vida y sus pertenencias. Dentro del rancho acuden a la escuela para recibir su formación académica regular y de formación profesional, los más mayores. Los mejor preparados, podrán acudir posteriormente a la Universidad, viviendo en pisos de la organización. Además acogen a familiares de dichos niños en situación de desamparo, como por ejemplo, una madre gravemente afectada por una enfermedad neurológica que tiene a sus hijos en NPH. Tienen una clínica interna y una clínica externa para atender a pacientes de las comunidades cercanas. Ahí fue donde desarrollamos nuestra labor.
En Nicaragüa, atienden a unos 200 niños en un modelo similar. En este país, el propio Ministerio de la Familia del Gobierno lleva a niños en situación de desamparo para ser acogidos por la institución.
De fuertes convicciones católicas, la ONG inculca a los niños un espíritu de solidaridad con sus hermanos y de compartir lo que se tiene.
Las historias de sus habitantes son siempre muy duras. Niños y niñas de la calle que han sobrevivido en bandas; otros que vivían con abuelas que fallecen y quedan sin nadie que les cuide a pesar de tener padres; ambientes de alcoholismo y maltrato familiar eran muy comunes. No siempre la adaptación es fácil y requiere que existan normas estrictas de funcionamiento.
La financiación proviene de las donaciones y del sistema de apadrinamiento personalizado. Como todas las ONG, la crisis económica está mermando los recursos. Ellos tienen una gran implantación en EEUU y Canadá, así como en Italia, Austria, Alemania y España.
Su labor es muy meritoria. El trato que nos dispensaron y la ayuda que nos dieron fue impagable. Nos alojamos en las casas para los voluntarios que tienen en sus instalaciones. Dichos voluntarios, sobre todo voluntarias, permanecen un año en dichos países. En Honduras, contamos con la gran ayuda de Hedder y Jenny, dos enfermeras estadounidenses, que coordinaron el trabajo con la comunidad.