La acupuntura, como terapia médica, es inseparable del contexto cultural y filosófico donde se desarrolló. Simultáneamente a la existencia de las religiones politeístas y monoteístas en el occidente cultural, las religiones basadas en las leyes naturales se difundieron en el oriente geográfico. Tanto el budismo como el taoísmo y el confucianismo sostienen que el orden sobrehumano que rige el mundo es el producto de leyes naturales y no de voluntades y caprichos divinos. La íntima armonía entre la naturaleza y el ser humano y la búsqueda del equilibrio entre ambos, impregnan estas culturas religiosas. En este contexto, la acupuntura busca la forma de solucionar los problemas de salud restaurando la armonía energética.
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Los principios básicos de la acupuntura se adaptan a a esta visión del mundo:
- Qi, la "energía vital" que impregna todas las cosas, adopta diferentes formas y viaja a través de los meridianos situados
en el cuerpo. Dicha energía es la que comunica las distintas partes del cuerpo y establece las bases para que su modificación pueda producir resultados en el ser humano
- Yin y Yang son los opuestos complementarios, utilizados para describir todos los fenómenos de la naturaleza. Yin es la parte más material, los estados densos de la materia mientras que el yang
representa los estados más inmateriales. La
interacción entre los dos opuestos es algo dinámico y cíclico. Para la acupuntura,
la salud es un estado constante de equilibrio dinámico, utilizando un complejo sistema de medidas cualitativas para etiquetar a un paciente.
- Los Cinco Elementos, junto con la teoría del yin / yang forman
la base de la teoría de la medicina china. Los cinco elementos son la madera, el agua, el fuego, la tierra y el metal. No son elementos básicos de
la naturaleza, sino que representan diferentes procesos básicos, cualidades o
fases de un ciclo en la descripción global de la dinámica de equilibrio que tiene cada
persona.
Toda esta descripción define un bonito relato en el que encajar la vida, la enfermedad, la naturaleza, el equilibrio. Muchas pseudoterapias utilizan estos elementos y este discurso argumental. Siempre se habla de reencontrar la armonía, de que las enfermedades son originadas por las alteraciones emocionales y la ruptura de la relación con la naturaleza. Todo ello nos dibuja un cuadro pastoril y utópico que tuvo una gran éxito en el occidente cultural de los años 60 y 70 del siglo XX. Son argumentos que se difunden con facilidad y que están muy alejados del conocimiento científico que se despegó espectacularmente en esas décadas y las posteriores.
No pretendo describir aquí con detalle los rasgos y características de la medicina tradicional china y sus bases filosóficas, pero queda muy claro a día de hoy que no tienen ninguna correlación con la anatomía y la fisiología que conocemos. Ni los meridianos siguen las estructuras del sistema nervioso central y periférico, ni el Yin del hígado y el Yang de la vesícula biliar almacenan ninguna energía vital ni nada que no surja de la invención literaria y filosófica de pensadores que vivieron hace más de 1500 años y que desconocían cualquier atisbo de nuestra actual descripción de la fisiopatología humana.
El problema no está en que a lo largo de la historia haya habido numerosas interpretaciones del hecho de enfermar, de las relaciones entre el entorno y la salud, del beneficio del equilibrio natural emocional y físico; sino que, actualmente, haya gente que crea en interpretaciones obsoletas o meramente filosófico-religiosas a pies juntillas, como si no hubiera habido ningún avance en el conocimiento del cuerpo humano. Por ello, pretender que la aplicación de terapias basadas en teorías descriptivas sin base empírica, hoy en día, sean una aportación válida a la salud humana, más allá del repetido y frecuente efecto placebo, parece ilusorio.
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