|
Grupo de niños. Foto original de Vicente Baos |
(...)
- Para, para - dijo Twebaze, viendo la amenaza del ácido como
algo muy real. Estoy quieto, no voy a hacerte ningún daño, por favor, no me
amenaces con eso. Estaba francamente asustado.
Las viejas baterías de los coches no eran abandonadas en
ningún vertedero o recicladas ordenadamente. Cada garaje que cambiaba una batería, la guardaba cuidadosamente hasta que llegara alguna oferta. Por el
valor de una cerveza, se podía conseguir de cada batería unos 20 mililitros de un líquido que contenía un 80% de ácido sulfúrico y un 20% de agua destilada. Un pequeño negocio y una gran arma. Quizá lo más difícil era
conseguir un recipiente de cristal con un tapón que cerrara adecuadamente.
El niño de la calle bajó la mano, desde una posición en la que podía lanzar
inmediatamente la botella hacia Twebaze, hasta otra a la altura de su
costado. Probablemente, solo tardaría un segundo más en poder arrrojarla que en la
postura anterior.
- Bien, me llamo Twebaze y me gustaría hablar contigo unos minutos – dijo precavido. ¿Puedo?
- ¿Qué quieres?
- Estoy buscando gente como tú. Fuertes y valientes. Y desde luego, tú lo eres. ¿Cómo te llamas? - dijo bajando el tono de voz y dando la
impresión de no estar más asustado que el niño.
- Me llamo Ziwa y no me fío de cualquiera que viene a buscarme
aquí. Vete a la mierda, ya nos has jodido -dijo, mientras cerraba la botella y
corría hacia el montículo donde le esperaba el resto de los niños que
componían el grupo.
Twebaze estuvo unos segundos dudando si era más o menos
oportuno salir corriendo detrás de él. Decidió que no era oportuno si lo que
quería era seguir con su cara intacta y no carcomida por las profundas
quemaduras de un ácido. Al menos, ya sabía donde podía encontrar a un grupo de
niños. Volvería otro día.
Dieron vueltas por la ciudad buscando otros grupos que
pudieran situarse en distinto lugares: la estación de autobuses; en los viejos
y abandonados raíles del único tren que funcionó en Uganda; en las cercanías de
los mercados para turistas, donde se podía pedir limosna de una manera más
efectiva; y por último, aunque para ello tendrían que esperar a la noche, en las
estribaciones del Estadio Nacional donde se agrupaba la gente que no tenía
ningún lugar a donde ir. Los excluidos de los excluidos de cualquier edad y
condición. El lugar menos seguro de todos donde iban a parar los que eran
rechazados en cualquier otro lugar. El paraíso del waragi y el pegamento: the
black hole.
No hay comentarios:
Publicar un comentario