domingo, 24 de junio de 2012

Las suaves colinas de Kampala (XXVI) ¿Un paso adelante?

Familia ugandesa
Foto original de Vicente Baos
Jadeando, como un perro sediento, sudando por cada poro de su joven pero corpulento cuerpo, Akello intentaba acorralar contra las cuerdas a Nabulungi para rematar su tarea. Ella, se defendía bien moviendo las piernas ágilmente para escapar de las andanadas brutales de Akello. La mayoría de los golpes se perdían en los espacios que iba dejando Nabulungi con su movimiento. Algunas veces, ella conseguía contactar con el cuerpo de él. Cuando lo hacía, procuraba darle en el mismo lugar, ese espacio que parece el abdomen pero que se sitúa en las costillas flotantes, tan sensibles y dolorosas. Cada golpe que impactaba allí, provocaba que Akello tuviese que parar para coger resuello e inhalar más profundamente el caluroso y húmedo aire de la noche ugandesa. 
El público seguía viendo opciones en los dos contendientes y animaba con sus gritos. Twebaze no confiaba en la capacidad de Nabulungi de salir victoriosa de la pelea y seguía buscando la mejor manera de huir de allí. Tagan seguía muy atento la pelea, sin tener claro que favorecía más a sus intereses: tener un boxeador ganador y brutal como Akello o dar la sorpresa con una chica capaz de vencer a ese tipo de boxeador. Mientras se debatía entre las dos opciones, surgió la sorpresa.
Tras varios golpes en las costillas que hicieron cambiar la expresión de Akello y bajar los brazos para inspirar profundamente, Nabulungi dirigió un directo al centro del estómago, un poco por debajo del esternón. Un golpe muy horizontal que se hundió en el abdomen relajado del muchacho que espiraba tras haber hecho una larga inspiración. Fue como un corte brusco de digestión, en este caso, de respiración. Akello notó que el aire ni entraba ni salía, se echó hacia atrás y quiso volver a respirar profundamente. Sin esperar, sin piedad, cegada por la rabia y por el edema del ojo derecho, Nabulungi se adelantó y le volvió a golpear en el mismo espacio, una, dos, tres veces hasta que en un estertor, Akello flexionó su cuerpo y cayó hacia atrás, retorcido, jadeante, obnubilado. Nabulungi miraba fijamente a su enemigo y chupaba el sudor y la sangre que caían hasta la comisura de sus labios. Había vencido.
Los asistentes jaleaban a la chica, la mayoría sorprendidos, reconociendo el mérito de esta joven boxeadora y su coraje para vencer a un chico más grande y fuerte que ella. Tagan, tras ver la reacción del público, subió al cuadrilátero y levantó a Nabulungi uniéndose a la celebración. Twebaze estaba confundido. Pensaba que esta victoria podía provocar que Nabulungi quisiera mantenerse en el equipo y disfrutar de las ventajas de ser valorada y alabada. Su pensamiento iba más allá de la posibilidad de que una victoria garantizase su futuro. Cada vez la pondrían con rivales más difíciles hasta que fuera derrotada y masacrada, ofrecida a los sanguinarios organizadores como una pieza de caza. Nada acababa bien en este mundo. Debería continuar con un plan de fuga y convencer a Nabulungi de seguir adelante. 

1 comentario:

  1. Ojalá se produjera el milagro y esta niñita pudiese huír sin dejar rastro para empezar una nueva vida, con esperanzas de futuro...

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