miércoles, 15 de agosto de 2012

Las suaves colinas de Kampala (XXX) Refugio

Mercado
Foto original de Vicente Baos
Pasaron la mayor parte del caluroso día sentados y acurrucados en el lateral de la casa de Kigongo. Twebaze le había conocido a su llegada al orfanato de Kampala donde había sido entregado tras la matanza de su familia. Habían compartido durante años amistad, hasta que Kigongo recuperó a su madre que le había entregado en adopción. La mujer había vuelto a casarse y tener hijos y había convencido a su marido para recuperar al hijo entregado. A pesar de haber pasado 15 años, la relación familiar era buena y Kigongo había podido independizarse gracias al negocio del boda-boda.
Al atardecer, los amigos se encontraron en la puerta de la casa.
- Twebaze, ¡qué sorpresa! - dijo efusivamente abrazando con el hombro ladeado, al estilo ugandés,  a su amigo.
- Si, ¡qué alegría verte de nuevo! Necesito tu ayuda - dijo sin preámbulos. Tenemos un problema muy gordo y pensé en ti para que nos ayudes. Ésta es Nabulungi, mi amiga. Déjame que te cuente despacio toda la historia.
Pasaron al interior de la casa y se sirvieron té caliente con alguna galleta que Kigongo tenía guardada. Despacio, desarrollando la historia lentamente, explicando los detalles de cada episodio de una manera meticulosa, Twebaze completó el relato de las peripecias que Nabulungi y él habían sufrido en los últimos meses. Al finalizar, la cara de Kigongo expresaba algo más que preocupación.
- Y ¿qué puedo hacer por vosotros? Estáis en un verdadero peligro.
- Te pido que nos digas donde podríamos establecernos para pasar lo más desapercibidos posible y que podamos empezar una nueva vida. Cuando tengamos algo de dinero, intentaremos salir del país - aclaró.
Kigongo sopesó rápidamente los riesgos que dicha ayuda podían suponerle a él. De la vida en los orfanatos se aprende a tener solidaridad para la supervivencia, pero también un fuerte impulso egoísta. Debía ayudar a su amigo pero quitándose de en medio lo antes posible.
- Sí, creo saber de un buen sitio para esconderos. Un familiar de mi madre posee tierras de maíz y podría daros trabajo y cobijo. Haceros pasar por matrimonio. Él es cristiano evangélico y buen hombre, os dejará vivir en sus tierras. Al menos tendréis para comer y refugiaros. Es en la región de los lagos de Kasenda. Deberíamos irnos cuanto antes.
- ¿Ahora? Estamos agotados, déjanos descansar esta noche en tu casa - dijo Twebaze
- Bien, saldremos al amanecer - contestó Kigongo, valorando como prioritario alejarse de los problemas de su amigo.
 Tagan estaba uniendo hilos rápidamente. Sabía que encontrar alguna pista en la vida de Twebaze era la clave para encontrar a los fugitivos. La vigilancia de las estaciones de autobuses no había dado fruto y el sondeo de las relaciones del muchacho iban despacio. La gente anónima y pobre deja poca huella a su alrededor. Mbazazi había sondeado ampliamente la vida de Twebaze. La persona que le recomendó para la captación de boxeadores le había contado las circunstancias de su vida. La tragedia de su familia, de Kissa, de su estancia en el orfanato cristiano de Kampala. Mbazazi mandó a una de sus amantes a indagar al orfanato contando la historia de un embarazo del que Twebaze había huido. La chica, compungida y suplicante, había pedido ayuda para encontrarle y que respondiera ante Dios de su hijo y no la abandonase al infortunio. El inocente Padre Roger, un británico que llevaba poco tiempo en Uganda, había buscado en su ficha los datos de su vida e indicado los amigos de aquella época. La muchacha apuntó nombres y orígenes. Sería una información muy útil.

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